miércoles, 28 de julio de 2010

Un Mundo Raro.

Dicen... que José Alfredo Jiménez ase llorar sin tristeza, y amar sin tener a quien. Escuche que murió como un buen mexicano, enamorado y sin un solo peso en sus manos. También se dice, que el nunca tuvo una buena voz, pero eso no es un requisito para que una canción entre en nuestro pecho y se quede hay por siempre.

Estoy descubriendo nuestra música… la música tradicional mexicana, la única de la que tenemos que estar orgullosos, esa música que lleva décadas perpetrada en las cantinas de cada barrio, esa música que será inmortal mientras existan guitarras y mexicanos, mientras haiga aguerridos enamorados, y desdichados que sufran el rechazo y la traición,

Mientras exista tequila, y mientras los hombres tengan sentimientos, abra más de un trovador en las esquinas de Guanajuato perfumando con su canto y su guitarra el aire áspero y cálido de México.

Algo en el fondo de mi conciencia me hiso  recordar los atardeceres entre los cactus y las piedras, entre el desierto sofocante extendiéndose asta el infinito y  la melancolía del viento golpeando entre las ventanas del bus.
    
Como poder olvidar un atardecer en el desierto, si es tan bello como verlo en el mar, tal ves no alla agua en abundancia, ni vientos húmedos y bruscos, pero si abra arena virgen por todos lados, y la misma sensación de infinito que en el océano.

Ignacio solares escribió algunas ves, que después de mirar el desierto durante horas, termino hipnotizado, y que solo así entendió la naturaleza de México. Tal ves Ignacio Solares tenga razón, pero mientras no este seguro de ello, José Alfredo Jiménez y su mundo raro serán entonces la esencia del México puro.

¡Que mágica la música! y que magos aquellos quienes la fabrican, que gracias a ellos, mi corazón puede darse cuenta que aun existe y que aun siente

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