El 14 de junio de 1947 siendo las 11 de la mañana con 45
minutos y 3 segundos, Mientras Julio ortega espera el camión a Rio Verde una
araña de la familia
Theridiidae, conocida como “capulina” muerde su tobillo
izquierdo. En minutos posteriores y después de un increíble dolor en todos sus músculos
julio cae al suelo si mencionar palabra de socorro alguna, apenas limitándose a
gritar y gemir por tan profundo dolor, es inútil pedir ayuda sabiendo que a 34 kilómetros a la
redonda no vive ni un solo humano. Esta julio entonces solo, sobre la incandescente
arena del desierto mirando el sol, el cual se encuentra casi exactamente sobre
sus ojos. Su cuerpo suda a borbotones y sus huesos arden, no le queda mas que
esperar el momento en que la muerte por fin le abrace.
Julio sonríe,
siente que no le falta ninguna cosa, que la vida nada le a quedado a deber,
entonces con un pequeño impulso de fuerza alcanza girar su cuello para mirar el
infinitita planicie en la cual se encontraba, no miraba ni una sola montaña alrededor,
pensó que ver el desierto era como ver el mar, igual de melancólico y bello, pero también
igual de peligroso y traicionero.
Cerro los
ojos y entonces recordó sus primeros años de vida en Tampico, donde desde los 5
años trabajo como boleador para los marinos ingleses, los cuales llegaban al
puerto para cargar sus buques de petróleo; por entonteces México era muy diferente,
lo único que nunca cambio fue el mar y el desierto.