Tal vez la escritora más grande
del mundo vivió hace 200 años, y guardo lo suyo en un baúl de madera, de ello
pocas personas supieron pero de quienes se enteraron, sucumbieron del mal de quedarse
sin palabras en su boca, sorprendidos en su totalidad de tal maravilla.
Ella creyó que hacia mal, y decidió no volver jamás
a hacerlo, que era un error comunicar al mundo que había dentro de ella.
Su inspiración salió la nada, y a
ella le sorprendió también, fue quizás su naturaleza de sentir sus emociones al
límite la que le hizo comenzar a escribir. La tristeza le surgía sin saber por
qué y le pedía a gritos quedarse plasmada en algún lado, sin importar que
fueran las mas amarillentas hojas que entre sus humildes pertenencias ella pudo
encontrar.
Ella caminaba por las populosas
calles de su ciudad, encontrando decenas de gente frente a ella, pero aun así,
de la soledad de la que ella quedo prisionera no pudo escaparse nunca. Rodeada
de miles de personas, algunas de ellas amándole, pero sola y sin amor a la vez.
Ella intentaba explicarse para si
el por qué de sus sentimientos, pero no lo logro nunca, simplemente estaban ahí,
dentro de ella, inestables y asiéndole cambiar a cada momento su forma de ver y
actuar frente al mundo.
No pudo explicárselo, solo
sentirlo.