domingo, 2 de octubre de 2011

Ninguna Otra Cosa En El Mundo.



Voy al campo de tiro muy seguido, no tener con que disparar, ase de esto, un suceso aparentemente extraño, y lo fuera con mucha razón. Pero no es así, por irónico que parezca, hace mucho tiempo que el campo de tiro se convirtió en el único lugar aun estable, en el cual puedo sentarme a pensar  y sentir en soledad. En ese gigantesco valle de pasto rodeado de arboles, eh tomado las más grandes decisiones de mi vida, pero también hay, es donde eh forjado los más dolorosos fracasos.

El campo de tiro escucha con su paciente silencio el dolor de mi corazón algunas veces, pero también con su viento fresco acompaña mis momentos de felicidad. Puedo gritar mi dolor, y reír si parar mi alegría, puedo correr hasta cansarme sin tener un rumbo, enlodar mis zapatos, tirarme al pasto y mirar el sol rodeado siempre del cielo azul y sus nubes pasajeras, puedo reír estando ahí, o puedo, si el clima lo permite, llorar en ese mismo pasto, mientras las frías gotas de la primera lluvia de verano mojan mi cara. Puedo gritar maldiciones en todos  sentidos, para ver si el aire las lleva a quien las merece, aun y cuando en el merecedor resulte ser yo mismo.

El viento retumba con su poderoso sonido en mis oídos y se lleva sin preguntar mis lágrimas, la yerba danza junto con las copas de los árboles y el cielo acompaña ese majestuoso escenario. Miro asía atrás y puedo ver mi casa desde allá arriba, sonrió, y pienso en no volver jamás, siento pertenecer al bosque, siento ser parte de él, quiero gritar de felicidad bajo la fresca sombra de un roble, quiero sentir la tierra sobre mis manos, quiero lanzarla al aire, y quiero verla irse junto con el viento, quiero correr entre las praderas y no parar nunca jamás, quiero saltar al agua de los ríos, y mirar el sol bajo el agua. Pero no, aun no eh llegado completamente a esos días. El mundo real, de los humanos reales, me ha absorbido desde hace mucho tiempo, y estaré en el por mucho tiempo, aun y cuando mi voluntad se niegue a hacerlo.

Cierro mis ojos con mucha fuerza, tapo mis oídos fuerte, muy fuerte, lamento mi angustia en suspiro, miro otra vez asía al frente, veo el bosque, y vuelvo a suspirar, doy media vuelta y digo adiós una vez más.

El mundo real me espera aquí abajo, puedo dejar el mundo de los sueños allá arriba, se que estará ahí cuando lo necesite otra vez.

1 comentario:

Fabricio Sans dijo...

Esta entrada es épica. Me parece que tiene mucho de tu estilo, la manera en que exaltas la belleza del medio silvestre y su efecto consolador.