lunes, 2 de agosto de 2010

Tempestad.

La brisa del mar, caía sobre los techos de las humildes chozas, no había persona alguna en aquel pueblo de pescadores, ni perros, ni aves, ni autos. No se escuchaban voces de mujeres regañando a sus hijos, ni hombres riendo frente a la playa. Todas las personas que ahí vivían, se habían ido desde hace varias horas. Dejando entonces un pueblo desierto, donde solo las olas del mar podían escucharse.

El mar es despiadado y golpea con agresividad los botes que abían quedados atracados en la playa, el cielo se a cubierto de nubes grises que se mueven de prisa hacia todas direcciones, el mar se esfuerza por salir de sus limites, y baña la arena con una espuma tan blanca como la nieve.

De pronto, y sin haber estado las chozas prevenidas, el viento se lanza sobre ellas, arrojando horribles silbidos a su paso y llevándose sus techos por el cielo.

la brisa del mar, dio el paso a la tormenta, y su fuerza desenfrenada caía sobre el pueblo. El viento y el agua se unieron, formando una feroz bestia que comenzaba a destruir todo a su paso, en minutos las olas del mar ya avían cubierto todo el pueblo, y aquellas chozas se avían convertidas en pedazos de escombro flotante.

Las palmeras tiemblan y se doblan, resistiendo con coraje la tormenta. Los amarres de los botes de alguna forma se rompieron, por lo que son arrojados despiadadamente hacia los peñascos, donde terminaran destrozados.

Después de unas horas, la tormenta se retiro, aunque el mar seguía violento y el cielo nublado, se podía ver en la limpieza del aire que todo habia terminado. Del pueblo no quedo mucho solo ruinas cubiertas por la arena y algunas palmeras que pese a todo, lograron estar en pie.

1 comentario:

Henri Briones dijo...
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